lunes, 22 de febrero de 2010

El mito de la caverna



Por fin, creo que he dado con el origen de nuestros quebraderos de cabeza...

Podríamos comparar nuestra forma de ver a la pareja con el mito de la caverna. Digamos que cuando conocemos a alguien, estamos dentro de la caverna, vemos su sombra, y nos gusta, es bonita y nos dejamos guiar por ella, vivimos engañados, dentro de la cueva, a gusto con esa idealización y no queremos salir fuera y descubrir la realidad, ni lo que provoca esa sombra. Pero llega un punto en el que por fuerza tenemos que salir y nos encontramos cara a cara con el objeto de la sombra, al que teníamos idealizado, y nos sentimos decepcionados al ver que no es como creíamos, y culpamos a el otro por no ser así, cuando en realidad es culpa nuestra por auto-engañarnos y por tener grandes y falsas expectativas acerca de el.

Deberíamos dejar de idealizar a la gente y vivir con los pies en la tierra?? Esto haría que perdiésemos la ilusión?

En la caverna se esta cómodo y viendo solo la sombra se es feliz... pero teniendo en cuenta que con quien vamos a tener que compartir momentos futuros va a ser con el objeto y no la sombra.. quizá deberíamos vivir en la realidad para sobrevivir en el mundo externo.



4 comentarios:

  1. eso es verdad, yo mismo tiendo a idealizar las cosas y no me suelen salir como espero, estoy contigo, pero no siempre a veces se encuentra esa idealización tal y como esperamos

    un saludo y buen post ;)

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  3. me encanta.... gracias por esto, es perfecto, la realidad y razón por la que el amor no existe.

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  4. Es increíble el juego que da este mito! Nuestra vida se mueve entre la realidad (exterior de la caverna) y el deseo (mundo de sombras). Es la condición humana. No tiene sentido privilegiar una parte sobre otra. El idealismo demuestra lo platónicos que seguimos siendo todavía. ¿Es que no nos ha enseñado nada Nietzsche, Foucault? Tenemos conceptos decimonónicos de la pareja. Queremos ver el sol de la verdad, pero en realidad estamos condenados a jugar con las sombras de nuestros deseos. Pero el deseo va más allá del contrato de la pareja. El amor absoluto es un fastidio cuando hay tantos cuerpos que desear, tantos hombres y mujeres a los que amar... Pero tenemos miedo a la dispersión, a pulverizar nuestra identidad... ¡El sol de Platón nos ha cegado!

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